Constance Frances Marie Ockelman, tuvo una imagen, que al margen de sus interpretaciones, pasó a la historia del cine. El azul de sus ojos le proporcionaron su apellido artístico, porque recordaban un lago, y su larga melena rubia con la raya a un lado creó una peligrosa tendencia. Hablamos de Verónica Lake
Peek a boo bang, así se
llama el estilo de peinado que lucía la actriz, la traducción podría ser
"mira por la mirilla" y surgió por casualidad como ella narró en su
autobiografía: “Durante la prueba de cámara de Vuelo de águilas mi cabello no
dejaba de caer sobre mi ojo. Pensé que había arruinado mis posibilidades para
el papel. Pero al productor Arthur Hornblow le pareció genial. Él tenía
experiencia y sabía que ese peinado era algo de lo que la gente hablaría.”. Y
acertó.
Durante la Segunda Guerra
Mundial su imagen se convirtió en un símbolo, los soldados llevaban su foto al
frente e incluso bautizaron una pequeña isla volcánica del Pacífico con su
nombre.
En plena guerra mucha
mano de obra en fabricas era femenina y el furor por el mechón de Lake provocó
tantos accidentes laborales que el Departamento de Guerra de los Estados Unidos
solicitó ayuda a Paramount. Las melenas de las trabajadoras acababan
enganchadas en los taladros o la falta de visión ocasionaba negligencias,
incluso se decía que la propia Lake se incendiaba el cabello cuando fumaba.
La Paramount,
voluntariosa, acató las órdenes y Lake se cortó el pelo para disminuir los
dramáticos efectos de su peek-a-boo. Su carrera nunca se repuso porque el
público quería el misterio, el peligro y el glamour.