“Yo soñaba con ser actor desde pequeño, entonces me imaginaba interpretando a grandes amantes, tipos seductores y demás, pero pronto me desencanté, a las mujeres sólo les hacía reír”.
Su perfil no era el de galán y más teniendo en cuenta que su llegada al cine coincidía con la de Brando, Newman o Hudson. Su rostro era el de un tipo vulgar, y eso precisamente era lo que a la gente le gustaba de él, Lemmon era uno más del público, con sus mismos problemas y sus mismas necesidades, ese tipo corriente que les recordaba a su vecino o a su compañero de trabajo, y su proximidad hizo que la gente le adorase.
Su entrada en escena en la vida podía estar sacada de una de sus películas. Su madre, a la que le gustaba mucho jugar a cartas, rompió aguas en medio de una partida, pero iba ganando y no quiso retirarse. Cuando llegó el momento no había llegado al paritorio y Jack Lemmon nació en el ascensor del hospital.
Jack Lemmon nació en el seno de una familia acomodada, así que no le faltó de nada, empezando por una esmerada educación que incluía, los mejores colegios, piano, etc. y terminó sus estudios en la universidad de Harvard donde se licenció en arte dramático, allí participó en obras de teatro en las que ya destacó.
Cuando volvió pidió un préstamo a su padre para irse a Nueva York a probar suerte en la actuación, este que veía en su hijo el continuador en su puesto de presidente de la Doughnut Corporations. Le preguntó si eso era lo que realmente deseaba. La contestación de Jack fue positiva, y a pesar de que no lo veía como un trabajo estable, el apoyo de su padre fue incondicional. Sólo le dio un consejo, que solo continuara en el cine mientras su trabajo le apasionara.
Jack Lemmon se marchó a Nueva York donde empezó a ganarse la vida tocando el piano en bares y pequeños locales. Él quería actuar, y por lo pronto, lo más que se pudo acercar al cine fue tocando el piano una sala poniendo música en películas mudas de Chaplin, Keaton. Según reconoció, ahí aprendió más interpretación de comedia que en cualquier academia o en la universidad.
Compatibilizaba tocar el piano con pequeñas actuaciones en Broadway, que fueron siendo cada vez más importante, hasta que un buscador de talentos para el cine se fijó en él, y le propuso una entrevista con Harry Cohn, el presidente de la columbia. Este se quedó impresionado con que fuera licenciado en Harvard y le dio un papel en Una rubia fenómeno. Judy Hollyday, su compañera de reparto le ayudó mucho en su primer papel y esto hizo que Jack Lemmon decidiera definitivamente dedicarse al cine.
Harry Cohn le aconsejó cambiarse el nombre, sonaba muy… cítrico, le propuso el nombre artístico de John Lennon. Jack, evidentemente no aceptó.
A partir de ahí se presentó a todos los castings, fuera cual fuera el papel. En uno, para un papel de anciano en “Cuna de héroes” que no pasó, pero John Ford se fijó en él para su siguiente película “Escala en Hawai”. Un papel que le abrió las puertas de Hollywood y por el que obtuvo su primera nominación de las ocho que obtendría y por el que ganó su primer Oscar en 1955, al mejor actor secundario, el segundo llegaría casi veinte años después por “Salvad al tigre”.
Unos años después conocería a Billy Wilder para convertirse en su actor favorito. Con él participaría en siete películas, y gracias a él conocería a algunos de los compañeros de reparto con los que compartió escena y amistad, como Walter Mathau, Tony Curtis o Shirley McLaine.
Con “Some like it hot” (“Con faldas y a lo loco”) consiguió el prestigio absoluto como actor cómico, y le llegaron varios papeles que le encumbraron en este estilo como “El apartamento”, la segunda obra maestra que hacía con Billy Wilder.
Blake Edwards le dio la posibilidad de demostrar que era mucho más que un actor de comedia y en “Días de vino y rosas” junto a Lee Remick interpreta un fantástico drama sobre el alcoholismo, para firmar otra obra maestra.
Con “Irma la dulce” y de la mano de nuevo de Wilder vuelve a la comedia, repitiendo con su pareja de “El apartamento” Shirley MacLaine. En 1966 el director une una pareja artística de las más prolíficas de la historia del cine, Jack Lemmon y Walter Mathau en su película “En bandeja de plata”, con un gran éxito que se confirmó con “Primera plana”.
A pesar de haber hecho méritos para conseguir el Oscar participando en auténticas obras maestras, la academia se lo concedió por la película “Salvad al tigre”.
En su madurez destacan especialmente dos películas, en las que además de adentrarse en el drama lo hace con unos tintes de compromiso social como son “El síndrome de China” y “Desaparecido”. Por ellas recibió sendos premios a la mejor interpretación en el festival de Cannes.
Durante toda su carrera, Jack Lemmon pronunciaba su frase talismán antes de entrar en escena: “Its magic time”. La última vez que la pronunció fue en su breve interpretación en “La leyenda de Bagger Vance” pocos meses antes de su muerte.
Jack Lemmon murió en junio de 2001 en Los Angeles. Sus restos descansan cerca de los de sus amigos Walter Mathau y Billy Wilder. Su epitafio reza "Jack Lemmon in"… como si de los títulos de crédito se tratase.
Su padre, uno 50 años antes, en sus últimos momentos le pidió una cosa: “Derrama un poco del sol por el mundo”, evidentemente Jack cumplió con la última voluntad de su padre.