Como recuerda el director, escrito de su puño y letra sobre la imagen de la prisión, “Esta es una historia real. La presento como es, sin ornamentos”. Para a continuación, mostrarnos las placas que recuerdan que en esa prisión no sobrevivieron 7000 de los 10000 prisioneros que pasaron por ella durante la ocupación Nazi.
Robert
Bresson, que fue prisionero de guerra, adapta el relato del miembro de la
resistencia André Devigny
EN
1943 Fontaine, miembro activo de la resistencia, es detenido y encerrado en la
prisión de Montluc. Sabedor de que la condena que le espera es ser ejecutado,
antes de ser sentenciado idea su fuga. Solo dispone de lo que hay en su mínima
celda, prácticamente nada.
Como
dice el director, sin ornamentos, ni falta que hace. Bresson nos mete en la
celda con Fontaine, nos hace sentir su soledad, vemos lo que él y sobre todo,
oímos lo que él, cuando nos damos cuenta estamos aguantando la respiración para
escuchar las pisadas, intentado averiguar de dónde viene las toses, contando
las campanadas, parece que cualquier mínimo ruido que nosotros hagamos puede
truncar el plan de Fontaine. Los sonidos de las ráfagas de ametralladora nos
pone en alerta, ¿será el siguiente? Ya sentimos la angustia de un condenado y
tenemos miedo y claustrofobia, pero sobre todo deseo de huir y vivir. A estas
alturas ya somos Fontaine, eso es lo que ha conseguido Bresson, y hay que ser
muy, muy, muy bueno para conseguirlo, más cuando desde el título nos cuenta el
final.
Un
condenado a Muerte se ha escapado en una joya, una obra maestra, de las mejores
películas de la historia del cine y posiblemente en todos estos rankings la más
desconocidas, por desgracia.
"El
viento sopla donde quiere y aunque oyes su ruido, no sabes de dónde viene y a
dónde va”.
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