“Días de vino y rosas” (“Days of Wine and Roses”, 1962, Blake Edwards)

A Blake Edwards se le relaciona sobre todo con la comedia gracias a películas como La pantera rosa y sus secuelas, El guateque o Desayuno con diamantes, pero en Días de vino y rosas huye del humor para afrontar un tema que requiere toda la seriedad y el dramatismo posible.

El guion magistral de J.P.Miller se basa en un telefilm de 1958 de John Frankenheimer con el mismo título y protagonizado por Cliff Robertson y Piper Laurie. Como en el telefilm original el título de la película está tomado de un poema que en el film recita LeeRemick:

“Recoged las rosas mientras podáis, Largos no son los días de Vino y Rosas, de un nebuloso sueño, surge nuestro sendero, y se pierde en otro sueño…”

La actriz, una de las bellezas de Hollywood de los sesenta, es la escogida para interpretar la mujer que es arrastrada a la bebida por la complicidad con su marido, y en la que se ve, partiendo de esa belleza, el devastador deterioro físico que provoca el alcoholismo.

El papel protagonista masculino es para Jack Lemmon, que al que igual que al director, se le asocia a la comedia, y que hizo esta película para huir del encasillamiento en el que empezaba a caer, demostrando  con este personaje que era con creces un actor completo.

Tanto Lee Remick como Jack Lemmon fueron nominados al oscar. Cinco nominaciones en total pero la película se llevó solo uno, la mejor canción.

Blake Edwards se enfrenta con realismo a un tema como es el alcoholismo  por el que, con la excepción de “Días sin huella” de Billy Wilder, Hollywood había pasado de puntillas.

En esta película, el director aborda el tema sin concesiones, fijando sus causas y sobre todo sus consecuencias. “Días de vino y rosas” está llena de escenas dramáticas que te golpean hasta meterte dentro del problema, y lo peor es esa sensación te va dejando sin esperanza, y dudando de que los personajes sean capaces de escapar del infierno del alcoholismo.

Es una de esas películas imprescindibles y obligadas de ver, porque desde su realidad nos recuerda que la vida muchas veces no es tan bonita, y que el alcohol es un refugio peligroso que te atrapa en un proceso hacia la autodestrucción, con unos pasos que se reflejan perfectamente en la película: abandono de las responsabilidades laborales y familiares, abandono personal, deterioro físico, malos tratos, pérdida de confianza, intentos infructuosos de salida del alcohol para terminar siempre en recaídas.

Por tratar un problema que utiliza la autoconfianza de la persona, que piensa que lo tiene todo controlado para convertirlo poco a poco en víctima, la película debía ser de obligado visionado y análisis en centros educativos, el cine tiene mucho que enseñar en la educación.

“Días de vino y rosas” es una auténtica película de miedo. Drácula o la criatura de Frankenstein no existen, el alcohol si, y es un monstruo al que muchos se tendrán que enfrentar.



Peter O´Toole, El Irlandés loco.

 Si hablamos de Peter O´Toole inmediatamente se nos viene una imagen a la cabeza, Lawrence de Arabia. Fue su primer papel protagonista y para él, aunque protagonizó grandes películas a lo largo de su carrera, su película preferida.

Parece ser que nació en Irlanda y creció en Inglaterra, y es correcta la expresión parece ser, ya que estaba en posesión de dos partidas de nacimiento con sitios y fechas distintas. Su madre era enfermera y su padre corredor de apuestas, y como la situación económica de la familia no era muy buena, nadie le puso impedimento cuando con quince años empezó a trabajar como periodista y fotógrafo, para después pasar al ejército.

O´toole tenía vocación artística, y decidió estudiar arte dramático e interpretación. Pronto se subió a las tablas para especializarse en personajes shakespirianos, mientras alternaba el teatro con papeles secundarios en cine y televisión, En 1961 le llegó la gran oportunidad de interpretar al teniente coronel T.E. Lawrence.

Peter O´Toole era la última opción de un personaje que se había ofrecido entre otros a Albert Finney o Marlon Brando. Todo eran dudas sobre el actor, no había hecho ningún papel principal, tenía fama de díscolo y era tan extrovertido que era conocido como “El irlandés loco”, y para colmo era 25 centímetros más alto que el verdadero Lawrence. Contra pronóstico el actor sorprendió a todo el mundo por su profesionalidad, se involucró de tal manera que permanecía todo el tiempo que podía con los beduinos bajo el sol del desierto compartiendo con ellos sus costumbres y aprendiendo de ellos. Con su proximidad y su humor se ganó el aprecio de las tribus locales, incluso muchos que conocieron a Lawrence confirmaron que sus formas de ser eran muy parecidas. Su actuación contribuyó a hacer de Lawrence de Arabia uno de los grandes clásicos de la historia del cine.

Después de Lawrence de Arabia le comenzaron a llegar papeles para grandes películas. “Becket” 1964, “Lord Jim” 1965, “Como robar un millón y…” 1966, “La Biblia” 1966, “La noche de los generales” 1967, “El León en invierno” 1968, “Adios Mr Chips” 1969, “El hombre de la Mancha” 1972, “La clase dirigente” 1972. Pocos actores en tan poco tiempo pueden presumir de completar un curriculum como el de O´Toole. En ese periodo de tiempo fue nominado hasta en cinco ocasiones al Oscar.

Se casó dos veces, con Sian Phillips y con la modelo Karen Brown, pero siempre le acompaño la fama de seductor y mujeriego, y sus relaciones se cuentan en sus biografías por cientos, desde desconocidas a famosas compañeras de profesión, de jóvenes humildes a princesas, o de transexuales a las actrices más bellas.

Peter O´Toole era un bebedor y fumador empedernido, y esto ocasionó que a finales de los setenta tuviera una pancreatitis que casi termina con él. En muchos aspectos de su vida personal se reformó, pero en el aspecto profesional los papeles que le llegaban cada vez eran menos importantes, y lo compaginó con el teatro en Londres y Nueva York.

En 2003, después de haber estado nominado siete veces, le propusieron para un Oscar honorifico, y a pesar de que se lo tomó muy mal porque consideraba que aún podía optar a un premio por su trabajo, como así fue, aceptó recoger el premio. Cinco años después volvió a optar al Oscar por “Venus”.

Falleció en 2013, a los 81 años, tras una larga enfermedad.



“Winchester 73”, (“Winchester 73”, 1950, Anthony Mann)

 En 1950 existía una gran competencia entre los estudios, por eso cuando a la Universal llegó el rumor de que la Warner estaba preparando una película titulada “Colt 45”, quiso contratacar con un film de una temática similar, desempolvó un guion que llevaba archivado un par de años y puso en marcha la producción de “Winchester 73”

James Stewart intentaba no encasillarse en los papeles de Frank Capra que le habían hecho tan popular y aceptó el papel de un hombre del oeste que podía pasar de héroe amable a pistolero violento y vengativo a pedir del guion. El caché del actor se salía del presupuesto, y por eso, negoció un 50% del beneficio en taquilla, lo que supuso el triple de lo que hubiese ganado, dado el éxito de la película.

El director de la película iba a ser Fritz Lang pero no le convenció el guion y abandonó el proyecto que se archivó. Cuando el proyecto se puso en marcha se buscó un nuevo director y por recomendación de Jimmy Stewart se contrató a Anthony Mann, que le había dirigido en teatro al principio de su carrera y fue un gran acierto. Winchester 73 fue el primero de los cinco clásicos del oeste que harían juntos Anthony Mann y James Stewart

La línea argumental del film es un rifle Winchester 73 que es el premio en un concurso de tiro. Las circunstancias hacen que éste pase de mano en mano, y el director lo aproveche para narrar las historias de los dueños temporales del rifle.

Mann utiliza como elementos de la película todos los iconos del western, a saber: La caballería donde se puede reconocer a un joven Tony Curtis, los indios comandados por otro de los grandes en sus primeros papeles, Rock Hudson, Los colonos y los pistoleros, los grandiosos escenarios naturales, el poblado del oeste con su famoso sheriff, Wyatt Eart, la guapa del salón interpretado por Shelley Winters, y por supuesto, el forajido, que no podía ser otro que Dan Duryea.

Más completo no le pudo quedar el western a Mann, pero lo mejor es que nada falta y nada sobra, y esto convierte a Winchester 73 en un clásico imprescindible.



“Los Diez Mandamientos” (“The Ten Commandments”, 1956, Cecil B. DeMille)

 Los diez mandamientos de Cecil B. DeMille es una de las superproducciones más famosas de la historia del cine, de eso no cabe duda, y como tal, el rodaje y la producción estuvo lleno de anécdotas e historias paralelas. 

Revisamos las correspondientes al reparto de papeles empezando por el protagonista, Charlton Heston. El actor que ya había trabajado a las órdenes de DeMille en “El mayor espectáculo del mundo”, no era la primera opción, pero fue elegido por el director al fijarse en el parecido que éste tenía con la imagen más conocida de Moises, la estatua de Miguel Ángel. DeMille se fijó en este detalle durante una prueba de cámara que hacía Heston para otro papel dentro del film, y no dudó en darle el de protagonista.

Yul Brynner por su parte, fue elegido para interpretar a Ranses II, después de que el director le viera en la obra Ana y el rey de Sian que estaba interpretando en Broadway. Eran los actores ideales para sus respectivos personajes, pero había un problema, entre ellos había una diferencia de altura de más de 20 centímetros en perjuicio del heredero al trono de faraón, más de 1,90 de Charlton Heston frente al 1.70 de Brynner. Por esto el director evitó, en la medida de lo posible, tenerlos juntos y de pie en el mismo plano. Cuando no hubo más remedio, se soluciono con unas incomodas calzas que usaba Yul Brinner y unos cascos más alargados de lo normal.

Algo tan injusto como un problema de talla hizo que el papel de Nefertari no fuera interpretado por una de las mejores actrices de la historia, Audrey Hepburn. En este caso la diferencia de talla no era de altura si no de pecho.

DeMille, fue algo que tuvo en cuenta para decantarse por la actriz Ane Baxter, excusándose en que el motivo era que la actriz luciría mejor los maravillosos trajes de la esposa del faraón. La excusa no era muy creíble ya que todo el mundo sabía que nadie como la elegante Audrey Hepburn para lucir vestuario, además de ser una de las mejores actrices. Lo cierto es que el director no podía reconocer, que en una producción bíblica, el papel se había dado a quien mejor llenaba los vestidos y lucía escote. 

En cualquier caso, la actriz Anne Baxter, ajena al motivo, aceptó el cambio de papel a Nefertari ya que ella había firmado para ser Shepora. El papel de la mujer de Moises, finalmente, y también después de una búsqueda de candidatas, entre la que estaba Grace Kelly, fue para Yvonne de Carlo.

El otro gran rostro que aparece en el film es el de Edward G.Robinson, rescatado del olvido en el que le había dejado el senador Macarthy y su caza de brujas. Robinson fue uno de los acusados y prácticamente había desaparecido de los repartos hasta que DeMille le ofreció el trabajo del tiránico Dathan, el hebreo que colabora para explotar a su pueblo hasta conseguir el título de gobernador.

 

El actor más joven de la película fue Fraser Heston, el hijo recién nacido del protagonista, que “actuó” con tres meses. DeMille espero para rodar la escena en que es encontrado en un cesto en el Nilo a que el niño tuviera la misma edad que cuenta la Biblia que tenía Moises cuando fue recogido de las aguas.

Por último y relacionado con los personajes y sus intérpretes, una de las curiosidades de la película es que, en el Monte Sinaí, Charlton Heston hace un diálogo consigo mismo, ya que además de interpretar a Moisés puso la voz al Dios que le habla desde una zarza que arde sin consumirse.



"Los mejores años de nuestra vida" ("The Best Years of Our Lives", 1946, William Wyler)

William Wyler volvió del frente con serios problemas de sordera, que luego serían graves temporalmente. Esto le supuso un trauma que le impidió hablar sobre lo ocurrido en la guerra guardándose para el mismo todo lo que había visto y vivido en la contienda. Por ese motivo cuando le presentaron el proyecto de “Los mejores años de nuestra vida” pensó que era el momento de hacer algo y se implicó como no lo había hecho nunca, porque en parte se veía reflejado en la historia.

La película se adentra en un tema complicado, la vuelta a casa de los soldados después de combatir en la guerra, y lo hace con gran elegancia y sutileza, tratando el tema del cambio en el mundo que todos los combatientes dejaron cuando se marcharon y como se tiene que adaptar al que se encuentran, en unos casos con traumas físicos y en otros psíquicos.

Wyler, junto a Robert Sherwood, guionista de la película, se pasaron un tiempo visitando hospitales y entrevistándose con excombatientes, con la intención de reflejar de un modo fidedigno la vuelta a casa de los soldados. Fue así como pudieron dar una imagen real no solo de los que volvían sino también de los que les esperaban. Pudieron crear distintos puntos de vista y crear varias tramas paralelas. Un reparto coral cuajado de estrellas y de rostros desconocidos se encargaron de sacar adelante las distintas situaciones. Entre ellos Dana Andrews, Virginia Mayo, Fredric March o Myrna Loy.

Uno de esos rostros desconocidos era el soldado Harold Russell, que después de perder las manos en la manipulación de un explosivo se dedicaba a hacer documentales sociales para ayudar a los exsoldados que estaban en su situación. Así fue como lo descubrió Wyler. La academia le concedió dos Oscars, uno como mejor actor de reparto y otro por su labor, su entrega y su compromiso. Fue su única película, pero aprovecho su popularidad para convertirse en el abanderado de veteranos de guerra y sus derechos.

La película ganó siete de los Oscars a los que optaba, mejor película, mejor guion, Mejor director, mejor actor principal, Fredrich March, mejor música, mejor montaje y mejor actor secundario, Harold Russell, además del globo de oro a la mejor película.

El éxito de la película fue impresionante, pero al director que se había implicado especialmente en el proyecto, lo que más le enorgulleció fue los elogios que recibió por parte de los veteranos de guerra.

"Los mejores años de nuestra vida” se convirtió en una película clásica y sigue estando de actualidad, ya que, por desgracia, sigue habiendo guerras y soldados que vuelven a casa.



Sucedió una noche, la película en la que casi nadie confiaba.

Nadie esperaba mucho de la película “Sucedió una noche”, incluidas sus estrellas. Gable había sido cedido por la MGM, donde estaba contratado, a la humilde Columbia para hacer la película como castigo por discrepancias, y Colbert, que no quería hacer la película planteó unas exigencias imposibles, se había negado a hacer la película a menos que su salario se duplicara y la película se completara en sólo cuatro semanas, pero fueran aceptadas, y aun así al terminar la película, Colbert le dijo a un amigo: "Acabo de terminar la peor película del mundo".

Pero la crítica y el público no pensaron lo mismo, ya que Sucedió una noche cosechó críticas muy favorables y se convirtió en el mayor éxito de taquilla de Columbia hasta la fecha.

La película fue nominada para un total de cinco Oscars, los cinco principales. Sin embargo, incluso habiendo recibido una nominación, Colbert no alteró sus planes de tomarse unas vacaciones en Nueva York la misma noche de la ceremonia de los Oscar. No había muchas posibilidades para la película y menos aún para la actriz, siendo favoritas Grace Moore, por “Una noche de amor”, Norma Shearer (esposa del jefe de producción de MGM, Irving Thalberg), por “Las vírgenes de Wimpole street”, pero sobre todo Bette Davis, por “Cautivo del deseo”.

En consecuencia, cuando el presentador de los Oscars, Irvin S. Cobb, anunció en el Biltmore Bowl que Colbert había ganado el Oscar a la mejor actriz, ella estaba sentada en su compartimento del tren, esperando para partir hacia Chicago y desde allí a Nueva York.

Ante el éxito de premios que estaba cosechando Sucedió una noche, Cohn, habló con el responsable de la ceremonia, para que la actriz pudiera recoger el premio, y envió a recogerla a la estación Union Station, a tan sólo un par de kilómetros de distancia. Allí localizaron a Colbert y pero la actriz que no se creía lo del Oscar protestó, "¡Perderé mi tren!", pero Cohn también había movido los hilos para qué retrasaran la salida del tren hasta que la actriz volviera. "¡No estoy vestida!", continuó ella, a lo que Johnston, responsable de publicidad, respondió: "¡Es el Premio Nobel del cine!", seguramente también le recordó los beneficios publicitarios que podría obtener para futuros contratos. Colbert aceptó y fue llevada en una limusina hasta el Biltmore.

Un podo cohibida por llevar un traje de falda de viaje en lugar de un vestido para la ocasión, Acceder al escenario, no a través de la multitud, sino por una entrada lateral, y sosteniendo su abrigo de visón delante de ella. Shirley Temple, que estaba presente para recibir un "premio juvenil" especial, fue reclutada para hacer la presentación y la improvisada entrega, teniendo que subirse a una silla para hacerlo.

“Me temo que voy a ser muy tonta y voy a llorar", dijo Colbert al aceptar la estatuilla, luego posó con Temple para unas cuantas fotos, se excusó y fue llevada de vuelta a la estación para coger el tren que la estaba esperando.

 

Esa noche fue la primera vez que una sola película dominó los premios: La comedia romántica Sucedió una noche, de Frank Capra, una producción de la compañía Columbia Pictures, propiedad de Harry Cohn, se llevó los cinco primeros premios principales, los mismos a los que optaba, película, director (Frank Capra), guión (Robert Riskin), actor (Clark Gable) y actriz (Claudette Colbert), algo que sólo han hecho otras dos películas desde entonces: “Alguien voló sobre el nido del cuco”, de 1975, y “El silencio de los corderos”, de 1991.



“Que el cielo la juzgue”, (“Leave her to heaven, 1945, John M. Stahl)

Sobre “Que el cielo la juzgue”, Martin Scorsese, dijo: “Dentro del cine clásico, es el filme que mejor ha retratado cómo los celos pueden corromper hasta el alma más pura o más bella”

Esa alma pura o bella corresponde al de uno de los rostros más bonitos de la historia del cine, el de Gene Tierney. Nos había enamorado como a Dana Andrews en Laura, pero hay que reconocer que en esta película…¡Qué buena Gene Tierney haciendo de mala!

La película está basada en el libro “Que el cielo la juzgue”, de Ben Ames Williams que toma el título de “Leave her to heaven”, una frase del Hamlet de Shakespeare que se traduciría como “Deja esa tarea al cielo” y continua, “que las agudas puntas del remordimiento que tiene fijas en el pecho, la hieran y la atormenten”.

John M. Stahl, un director infravalorado si tenemos en cuenta que ya tenía en su haber películas como “Sublime obsesión”, “Imitación a la vida” o “Las llaves del reino”, contó con la mirada de Tierney que endulza la historia para mezclarla con arsénico. Si hubiese sido otra actriz hubiese sido una loca celosa pero a ella se le perdona todo, hasta considerarla una amante esposa enferma de obsesión, incluso digna de lastima.

El papel de principal de Ellen Berent, fue ofrecido a Rita Hayworth que lo rechazo, lo que aprovecho Gene Tierney en pleno apogeo para conseguir una nominación como mejor actriz. Junto a ella Cornel Wilde, que fue descubierto en el teatro por Laurence Olivier, desde donde paso a la interpretación en el cine y de ahí a la dirección. No podemos olvidar tampoco a Jeanne Crain, otra belleza que aporta dulzura al film, y el personaje de carácter de la obra, Vincent Price.

Desde el principio cada línea de los títulos de crédito está subrayada por la fantástica música de Alfred Newman que nos avisa de que lo que vamos a ver es cine con mayúsculas.

La película tiene dos partes diferenciadas, la primera, melodramática, en la que nos muestra una mujer especialmente bella que enamora, pero de verdad. La segunda en la línea del mejor cine negro, cuando la belleza se transforma en una obsesión capaz de cualquier cosa.

La película obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar, actriz, sonido, decorados y fotografía que obtuvo el premio en la persona de Leon Shamroy, uno de los grandes directores de fotografía con 18 nominaciones y cuatro Oscars, y que en “Que el cielo la juzgue” hace uso del Technicolor para sacar la mejor imagen, sobre todo de sus estrellas.

Unas veces por el argumento, otras la música, otras por los paisajes naturales impresionantes que lejos de dar libertad encierran a los personajes, y otras por la mirada de Gene Tierney, el caso es que la película te atrapa de principio a fin y se pasa volando, y eso en un filme lo dice todo.

En resumen, esta joya es una obra maestra del melodrama, y del cine negro hecho en technicolor para gloria de una de las actrices más bella de la historia del cine.




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