A Blake Edwards se le relaciona sobre todo con la comedia gracias a películas como La pantera rosa y sus secuelas, El guateque o Desayuno con diamantes, pero en Días de vino y rosas huye del humor para afrontar un tema que requiere toda la seriedad y el dramatismo posible.
El guion magistral de
J.P.Miller se basa en un telefilm de 1958 de John Frankenheimer con el mismo
título y protagonizado por Cliff Robertson y Piper Laurie. Como en el telefilm
original el título de la película está tomado de un poema que en el film recita
LeeRemick:
“Recoged las rosas
mientras podáis, Largos no son los días de Vino y Rosas, de un nebuloso sueño,
surge nuestro sendero, y se pierde en otro sueño…”
La actriz, una de las
bellezas de Hollywood de los sesenta, es la escogida para interpretar la mujer
que es arrastrada a la bebida por la complicidad con su marido, y en la que se
ve, partiendo de esa belleza, el devastador deterioro físico que provoca el
alcoholismo.
El papel protagonista masculino
es para Jack Lemmon, que al que igual que al director, se le asocia a la
comedia, y que hizo esta película para huir del encasillamiento en el que
empezaba a caer, demostrando con este
personaje que era con creces un actor completo.
Tanto Lee Remick como
Jack Lemmon fueron nominados al oscar. Cinco nominaciones en total pero la
película se llevó solo uno, la mejor canción.
Blake Edwards se
enfrenta con realismo a un tema como es el alcoholismo por el que, con la excepción de “Días sin
huella” de Billy Wilder, Hollywood había pasado de puntillas.
En esta película, el
director aborda el tema sin concesiones, fijando sus causas y sobre todo sus
consecuencias. “Días de vino y rosas” está llena de escenas dramáticas que te
golpean hasta meterte dentro del problema, y lo peor es esa sensación te va
dejando sin esperanza, y dudando de que los personajes sean capaces de escapar
del infierno del alcoholismo.
Es una de esas películas
imprescindibles y obligadas de ver, porque desde su realidad nos recuerda que
la vida muchas veces no es tan bonita, y que el alcohol es un refugio peligroso
que te atrapa en un proceso hacia la autodestrucción, con unos pasos que se
reflejan perfectamente en la película: abandono de las responsabilidades
laborales y familiares, abandono personal, deterioro físico, malos tratos, pérdida
de confianza, intentos infructuosos de salida del alcohol para terminar siempre
en recaídas.
Por tratar un problema
que utiliza la autoconfianza de la persona, que piensa que lo tiene todo
controlado para convertirlo poco a poco en víctima, la película debía ser de
obligado visionado y análisis en centros educativos, el cine tiene mucho que
enseñar en la educación.
“Días de vino y rosas”
es una auténtica película de miedo. Drácula o la criatura de Frankenstein no
existen, el alcohol si, y es un monstruo al que muchos se tendrán que
enfrentar.