Jean Renoir, "Mi patria es el cine"

Charles Chaplin y Orson Welles consideraban a Jean Renoir el mejor director de la historia, pero lo que llevó al director francés a ponerse detrás de una cámara no fue el amor por el cine, si no el amor por una mujer. Así lo recuerda en sus memorias el mismo Jean Renoir, armándose de sinceridad: "No puse los pies en el cine sino con la esperanza de hacer de mi mujer una vedette. Tenía la decidida intención de, una vez alcanzado ese objetivo, volver a mi taller de ceramista". Su mujer era Katherine Hessling, a la que conoció porque era la modelo de su padre el gran pintor impresionista August Renoir. 

Para poder hacer películas, Jean Renoir vendió las grandes pinturas que había heredado de su padre, pero sus películas no eran comerciales y su cine no se parecía a lo que llevaba público a las salas, y no fueron aceptadas. 

"Hay una sola cosa que interese al hombre: el hombre", solía decir, por eso sus historias eran las historias de sus personajes, la vida misma, y los actores los que transmitían el mensaje, por eso Renoir se forjó como un gran director de actores. 

El director francés se trasladó a Estados Unidos especialmente por dos razones, la primera fue la gran decepción ante el fracaso y la reacción del público que intentó quemar la pantalla con periódicos en el estreno de su film La regla del juego de 1939. La segunda razón fue que Hitler invadió Francia, y el estaría en peligro al considerarse un cineasta de izquierdas. 

Por su salida del país fue tachado de cobarde por la izquierda francesa, pero Estados Unidos tampoco le recibió como quien era, uno de los grandes, y el productor Daryl Zanuc, sentenció: "Renoir tiene mucho talento, pero no es uno de los nuestros." 

Años después, obtuvo el reconocimiento que se le debía por su obra y por su fidelidad a la forma de crear cine, una manera de hacer cine y de contar la vida que influenció a muchos directores, creando incluso corrientes como el Neorrealismo Italiano o Nouvelle Vague francesa de los 60. Para entonces el maestro se dedicaba a la enseñanza, de cine, por supuesto. 

Entonces, y después de haber cosechado el reconocimiento internacional, Francia criticó que no volviese a su país, la respuesta de Renoir fue tan sincera como rotunda: "Mi patria es el cine."

Entre sus obras maestras están "Los bajos fondos" de 1936, "La gran ilusión" de 1937, "Las reglas del juego" de 1939, "Esta tierra es mia", 1943, "El rio" de 1951 y "French cancan" de 1955.



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