Harold Lloyd, el otro grande del cine cómico mudo

Su reputación estaba subiendo rápidamente. Hasta ese momento no había alcanzado la fama de Chaplin o Keaton, pero había encontrado esa imagen que le iba a dar la posibilidad de dejar de ser el tercero en discordia. 

Desde muy pequeño se sintió atraído por el mundo del teatro. Con doce años empezó a trabajar como vendedor de caramelos y acomodador. Luego fue entrando poco a poco en el mundo del cine,  encargado de atrezo, ayudante del director de escena y extra. Pronto con su amigo y socio Hal Roach empezó a rodas sus propias películas en las que imitaba a Chaplin. Le llevó algún tiempo encontrar su personaje, un hombre ingenuo con gafas redonda y sombrero, pero que el público recibió muy bien porque tal como quería Lloyd, veían en él a alguien que conocían, un amigo, un vecino... era un personaje próximo al que le ocurrían cosas comunes pero muy divertidas.

Harold Lloyd era algo más que un actor, era un autentico acróbata que se jugaba el tipo en cada película, esquivando coches o colgándose de un reloj en un rascacielos. Cuando su popularidad estaba en pleno apogeo y dispuesto a disputarle a Chaplin y Keaton el título de mejor cómico sufrió un terrible accidente. No fue rodando una película sino una campaña de publicidad. En pleno rodaje le explotó una bomba en las manos. La explosión le quemó la cara y le dejó sin vista temporalmente, y lo peor es que le voló varios dedos de la mano.

La recuperación le llevó más de un año, pero cuando volvió no consintió que nadie le mencionase el accidente como una desgracia. Junto a su amigo Hal Roach y un entonces fabricante de guantes Sam Goldfish, que años más tarde se cambiaría el nombre y se dedicaría a la producción con el nombre de Samuel Goldwyn, consiguieron entre los tres crear una prótesis que le permitía prácticamente hacer lo mismo que antes.

Su personaje como muchos del cine mudo no soportaron el paso al cine sonoro y junto a la gran depresión supuso el final de Harold Lloyd. Había rodado más de 150 películas de las que era el único poseedor de sus derechos. Cuando se retiró se dedicó a su otra gran afición, la fotografía, al ser un personaje famoso muchos artistas posaron para él, entre ellas Marylin Monroe o Jayne Mansfield. También colaboraba con varias organizaciones benéficas.

En 1952 se le concedió una estatuilla honoraria como “maestro de la comedia y buen ciudadano”. Pasaban los años y varias generaciones no conocían su cine porque no permitía que sus películas se exhibiesen en televisión por los cortes publicitarios. Finalmente accedió a que en 1962 se hiciera una retrospectiva de su filmografía en Cannes y se convirtió en todo un acontecimiento. 

Falleció en 1977 conociendo el reconocimiento público que durante años se le había negado.





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