Era un niño y cuando salí del cine le pregunté a mi padre cómo habían conseguido que los monos hablasen. Unos años después cuando la volví a ver en un programa doble entendí el final de la película, uno de los mejores de la historia del cine. Estoy seguro de que nadie que la haya visto, independientemente si le gustase o no, ha olvidado “El planeta de los simios”.
El que fuera publicista
de Marilyn Monroe, Arthur Jacobs, convertido en productor se recorrió todos los
estudios con un proyecto entre manos, la historia de un planeta en el que los
simios eran la especie dominante que sometía a los humanos. Unos no veían el
proyecto posible y otros no confiaban en la historia. Solo la Fox se arriesgó,
porque si todo salía como Jacobs se lo había vendido, podía ser, tal como
comentaba el productor, “lo nunca visto”.
El proyecto se
condicionó a una prueba de cámara que demostrase que el simio hablante no
quedaría ridículo. John Chambers era el especialista en prótesis que hizo el
milagro posible. A la Fox la prueba le pareció espectacular, así como el coste
que iba a suponer, sería un planeta lleno de personajes con esa
prótesis, además de un equipo de maquilladores nada habitual, el presupuesto
para el maquillaje era desproporcionado.
El protagonista iba a
ser Charlton Heston que estaba en la nómina de la Fox. El otro gran actor que
pertenecía a la compañía, Edward G. Robinson, se bajó del proyecto. Tenía 75
años y tendría que someterse a un arduo trabajo de maquillaje que no podría
quitarse para comer (tendría que tomar solo líquidos con pajita) y además se
rodaría en un desierto a más de 40 grados. No se vio capaz. Según comentaron
Kim Hunter y Roddy McDowell, que fueron dos de los simios protagonistas, el
sacrificio del maquillaje fue importante y además la interpretación al hablar
debía ser tan exagerada para dar expresión al simio, que terminaban con
agujetas en las mandíbulas.
El director fue elegido
a propuesta del protagonista. Charlton Heston recomendó a la Fox y a Jacobs a
un joven director con el que acababa de rodar “El señor de la guerra”, Franklin
J. Schaffner. Era casi un novato, pero hizo un trabajo de dirección impecable.
A la Fox, el presupuesto
se les fue de las manos, tanto más si se temía por el resultado final, más de
cinco millones de dólares de los que casi un 20% estaba destinado al
maquillaje.
Pero la película fue un
rotundo éxito, recaudó casi 35 millones sólo en Estados Unidos, pero triunfó en
todo el mundo. Era 1968 y supuso un paso importante en el cine de ciencia
ficción y en el maquillaje en el cine. La película consiguió por ello un premio
honorífico, ya que no existía aún el Oscar al mejor maquillaje, además de nominaciones al mejor vestuario y a la mejor banda sonora.
Unos la calificaran de
obra maestra, otros de gran película sin más, y a otros tal vez no les gustó,
si yo tengo que usar un calificativo ese es, inolvidable.
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